El jardín de la memoria

Con la identidad hecha mosaico,
con la mente torcida como un psyco,
revoloteando entre torbellinos y falsos diamantes,
habló el karma del hombre por sus ex amantes.

Pala arriba y la luna pintaba locura,

pala abajo y las piedras se volvieron capa oscura.

Era el hombre Random, artista sacrílego e innato,

interpretando 2 de 999 actos,

difusos ante su corazón intacto,

heróicos ante el diablo detrás del pacto.

Pues la rosa roja o como sea que se llame

yacía ahogada en el infierno del diván del cerro,

mientras la orquídea o lo que quiera que sea

aun polinizaba sus últimas partículas de amor de perro.

Semienterrada en el limbo, semiperdida en el suelo,

con los ojos de maniquí llorándole al cielo,

la silueta se marchitaba en su duelo,

sin retorno ni una pizca de consuelo.

¡Terrible, pero cierto!

¿Qué será del hombre que no cuestiona su negro presente?

¿Qué será que de oficio eligió plantar bellas durmientes?

¿Será que se volvió inclasificable por un pecado de amor?

¿O será que mató su consciencia escapando de algún temor?

¡Terror!

Lo único evidente
es que no se le huele alma en la mente,
más terrible aun, más que un hombre indecente,
este hombre huele a hombre indiferente.

¡Esa era la mejor opción!

Sudando éxito desde su cebado sillón,

lo expiaba su diablo,

el Pelao Gordo,

el jefe que comandaba a este lacayo sordo,

preparando el origami para la tercera guerra,

una nueva amante dedicada a la tierra...

...Pues ya fecundaron la última madrugada moribunda,

en la que el Hombre Random elevó aquella segunda tumba,

un macabro arte que el sol fulminó de su memoria,

¡Otra vez!

Ahora entendemos su historia.

(t3b4n)