Decisión.

Otra vez un amargo sueño. Como de costumbre, y como se lo había recetado el médico de aquel hospital, guardaba unas cuántas cajas de aspirina no en la guantera del automóvil, sino en su velador. Tomó tres, la tercera, por si aquel dolor de las pesadillas volvía, y volteó hacia el lado contrario intentando esta vez tener un dulce sueño.

Volvió a dormir.

Llovía.


Quizás unas tres horas después, despertó, notando que las aspirinas no habían logrado el efecto esperado, y aún recordando esa pesadilla, hizo algo inesperado: Tomó una cuerda, y la ató de una viga...

(t3b4n)

Comentarios

Entradas populares